Fernando Fischmann

La generosidad como estrategia de emprendimiento

17 Marzo, 2022 / Artículos

Artículo recomendado de Forbes México

La generosidad es el hábito de compartir, es una competencia muy apreciada por la sociedad y puede ser una magnífica estrategia de emprendimiento.

La generosidad es el hábito de compartir, es una competencia muy apreciada por la sociedad y puede ser una magnífica estrategia de emprendimiento si le sabemos dar buen cauce. Lo que pasa es que generalmente, interpretamos mal el significado de ser generoso. Es común que las personas ilustren la generosidad como la acción de dar cuando ya se tiene, de distribuir los excedentes o de corresponder en exceso alguna atención, no obstante, es difícil que alguien quiera dar antes de haber recibido. Mucho menos, cuando nos referimos al terreno de los negocios. Por eso, es de llamar la atención proyectos que primero dan con generosidad, haciendo de este hábito un valor nodal para iniciar operaciones.

Recientemente, me enteré de un estudio de yoga que está abriendo sus puertas en la Ciudad de México. En su primer día de operaciones, Andrea Fischer, la joven emprendedora a cargo de este proyecto, decidió poner en práctica el valor de la generosidad. Durante el mes de diciembre, las personas que así lo deseen, podrán participar y hacer yoga sin pagar un peso: totalmente gratis. Desde esta concepción, tanto instructores, como emprendedora están poniendo su parte para que las clases que se impartan en el último mes del año vayan como una cortesía para el público.

Han hecho consciencia de que, durante la pandemia, el tiempo de encierro ha contribuido a un aumento de peso, estrés y tristeza en las personas. La práctica de yoga puede traer frutos gloriosos tanto en el aspecto físico, mental y espiritual. Se trata de ofrecer una experiencia que, a través posturas físicas, ejercicios de respiración y meditación ayude a mejorar la salud general. El yoga se desarrolló como una práctica espiritual hace miles de años. Hoy en día la mayoría de las personas en occidente hace yoga como ejercicio y para reducir el estrés.

Muchos estamos terminando un año difícil en el que se han experimentado las preocupaciones por la incertidumbre del escenario mundial. Siempre he impulsado el espíritu emprendedor de las personas, creo firmemente en que en el camino del emprendimiento está la base del crecimiento económico de las regiones. También sé que el camino del que emprende es difícil y avanza sobre rieles que pueden ser muy patinosos. Siempre he creído que quien decide seguir este sendero tiene que ser valiente y tiene que estar enamorado de su proyecto.

La valentía se hace evidente al iniciar, vencer la resistencia al cambio, al  enfrentar el riesgo y al atreverse a abrir cuando muchos están cerrando. El amor tiene que ser más para los clientes que para el proyecto en sí mismo. Por eso, me parece que la generosidad es una estrategia de negocio pertinente. Por supuesto, cuando hablo de generosidad estratégica, no estoy hablando de un plan maligno en el que arrojo bolas ensalivadas al mercado porque es no sería ser generoso, eso sería engañar.

La estrategia de generosidad ha de tener un ingrediente esencial: la sinceridad. Sin este elemento, la estrategia no funciona, se pervierte y la acción se pasa al lado oscuro. Por otro lado, los dichos que son extractos de sabiduría popular dicen que “si quieres de la cazuelita, tienes que dar de la ollita”. Un proyecto de emprendimiento que busca dar algo a sus clientes, algo que sea relevante, valioso, provechoso y estimable, encontrará correspondencia entre sus consumidores.

La generosidad estratégica en un proyecto de emprendimiento tiene en mente un plan para generar utilidades. Ese margen de ganancia constituye el nutriente con el que el negocio iniciará, se fortalecerá y crecerá. Evidentemente, todo emprendedor quiere que su negocio florezca y de frutos. La mejor manera de lograrlo es conquistando a los clientes, es construyendo una ventaja competitiva que los haga preferibles y los convierta en la mejor opción posible. De ahí que, si el líder del proyecto es capaz de compartir y dejar que los clientes gocen de los beneficios, la generosidad puede ser la piedra fundacional sobre la que se edifique la ventaja competitiva.

Por supuesto, las ideas se ven muy bonitas cuando las prefiguramos, ponerlas en práctica es distinto. Bodai está haciendo realidad aquello que imaginó algún día.

Al preguntarle a Andrea qué pasa si alguien va y no se inscribe, me respondió que nada. Si alguna persona quiere ir a practicar yoga en diciembre, puede hacerlo. Ese es el trato. Evidentemente, la apuesta es que todo aquel que llegue —o la mayoría— disfrute tanto la experiencia que decida inscribirse en diciembre para continuar en enero. Y, lo están logrando. Esta propuesta de generosidad trabaja como una gota de tinta sobre papel de china: empieza con un punto y se va expandiendo.

La generosidad estratégica necesita de liderazgo y de complicidad. Andrea timonea un equipo de instructores que están compartiendo su conocimiento, su tiempo y su entusiasmo para enseñar a respirar, a moverse para llegar a posturas que aumenten fortaleza y flexibilidad, a meditar. La gente en Bodai descubrió una necesidad de mercado y la están atendiendo. Se trata de ayudar a la gente a relajarse, a disminuir los niveles de estés, elevar la concentración, mejorar la coordinación, combatir el insomnio. Se trata de ayudar a los practicantes a aprender a escuchar al cuerpo para proporcionarle salud.

Me parece muy buena idea dar antes de recibir, no obstante, pocos lo entienden así. Por eso, es de llamar la atención proyectos que primero dan con generosidad, haciendo de este hábito un valor nodal para iniciar operaciones. En esta época del año, es propicio buscar estas competencias virtuosas y ponerlas en práctica. Y, si además, ya tenemos proyectos de emprendimiento que lo están haciendo, vale la pena observarlos y apoyarlos.  Es una forma de promover un mundo en el que se siembren proyectos con valores. La generosidad estratégica es una práctica ilustre y magnífica que vale la pena imitar.

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