Fernando Fischmann

La fiebre de empresas “start-up” se impone en América Latina

4 Junio, 2015 / Artículos
fernando fischmann

Durante generaciones, la principal fuente de riqueza de los países de América Latina ha sido la exportación de materias primas.

Con el crudo de Venezuela, el cobre de Chile, la soja de Argentina, los plátanos de Ecuador, la plata de México y la madera de Brasil, la región ha logrado prosperar gracias a la fabulosa gama de productos que el mundo desea y necesita.

Pero Latinoamérica no ha tenido tanta suerte exportando ideas. En lo que se refiere a capacidad emprendedora y de innovación, la región tiene un historial pobre.

Los países de la Organización de Cooperación Desarrollo Económicos (OCDE) gastan en promedio 2,4% de su producto interno bruto (PIB) en investigación y desarrollo.

En Chile y México -los únicos dos países latinoamericanos miembros de ese club- la cifra es de 0,4%. Y en otras naciones de la región la cifra es aún más baja.

En América Latina no hay grandes invenciones. La región es hogar de 8% de la población global y, sin embargo, en 2010, sólo 2,6% de las solicitudes de registro de patentes surgieron de la región.

“Start-ups”

Pero la cultura está cambiando. Si bien las firmas start-up existen desde hace tiempo en algunos países de la región, especialmente en el área de tecnología, la mentalidad del emprendedor ha conseguido extenderse geográficamente y a otros sectores económicos.

“Hasta hace poco, la capacidad emprendedora en Perú era un asunto de superviviencia”, le dice a la BBC Gary Urteaga, empresario peruano. “La gente comenzó sus propios negocios porque no tenían empleo. Vendían sándwiches en las calles y lavaban autos.

“Pero ahora, por primera vez, la gente está eligiendo ser emprendedora”.

Urteaga es cofundador de Cinepapaya.com, una plataforma en internet que permite a la gente comprar entradas para el cine en sus teléfonos inteligentes y tabletas.

“Comenzamos hace casi dos años con el financiamiento de un fondo de innovación del gobierno de Perú.

“Hace dos años no sabíamos qué era la palabra ‘start-up’. Yo no tenía ninguna idea”.

Y Urteaga no es el único.

En toda la región muchos están comenzando a entender conceptos que durante años han sido utillizados en Sillicon Valley, California.

En Colombia, una invención médica, llamada Keraderm, obtuvo financiamiento estatal para desarrollar una nueva tecnología para injertos de piel.

Cuando un paciente llega a un hospital con quemaduras o heridas graves, Keraderm toma una pequeña muestra de piel, la cultiva en un laboratorio y en cinco días produce varias capas de colágeno desarrolladas con células del paciente.

Estas capas se utilizan para tratar la herida y debido a que están hechas con la propia piel del paciente, el riesgo de rechazo inmunológico es bajo.

“Si miramos a un país como Colombia, que ha tenido muchos problemas en términos de violencia, seguridad, y otras cosas, vemos que hemos cambiado mucho en los pasados 10 años”, explica Jorge Soto, presidente ejecutivo de Keraderm.

“Ahora los países desarrollados van a tener que comenzar a mirarnos como una fuente de nuevas ideas y nuevas compañías”.

Lección dura

En Brasil, Danilo Leão no tuvo más remedio que aprender sobre la capacidad emprendedora a la fuerza.

Creció en un rancho y a los 15 años cometió el error de vender vacas preñadas en un mercado. Su padre le explicó que, de hecho, había vendido una vaca y un becerro por el precio de cada vaca.

Danilo dijo que no sabía que las vacas estaban preñadas y entonces se dio cuenta de que tanto él como otros ganaderos carecían de información confiable sobre sus ganados.

Como resultado, fundó BovControl, una start-up tecnológica que ofrece a los ganaderos datos precisos en internet sobre los 200 millones de cabezas de ganado en las vastas planicies de Brasil, y de 40.000 animales em el resto del mundo.

La idea ha generado interés entre ganaderos, mataderos, comerciantes y distribuidores, no sólo en Brasil sino en Estados Unidos y Sudáfrica.

En Chile, el presidente multimillonario, Sebastián Piñera, declaró que 2012 era “el año de las nuevas empresas” y 2013 “el año de la innovación”.

Su gobierno ha supervisado el lanzamiento de Start-Up Chile, un programa que ofrece a nuevos empresarios de todo el mundo US$40.000 y una visa de trabajo de un año para trasladarse a Chile y desarrollar sus ideas.

El concepto es que el espíritu empresarial “se contagie” entre los chilenos.

Vivek Wadhwa, empresario tecnológico basado en Estados Unidos que asesora al gobierno de Chile en su Start-up Chile, dice: “Vine aquí hace unos años para mirar los esfuerzos de las iniciativas clúster del gobierno chileno y les dije que estaban destinados al fracaso.

“Utilicé la palabra ‘muerte cerebral’.

“Chile estaba gastando cientos de millones de dólares tratando de crear industrias de arriba hacia abajo. Les dije: ‘Lo que necesitan es capacidad empresarial’.

“Chile necesita pensar en sí mismo como lo hacen otros países de poblaciones pequeñas como Noruega, Israel y Singapur”, sostiene Wadhwa.

Start-up Chile está ahora en su cuarto año y ha ofrecido financiamiento a casi 1.500 empresarios, tanto chilenos como extranjeros. Y ha inspirado esquemas similares en Brasil, Perú y otros países.

“La cultura ha cambiado”, agrega Wadhwa.

Burocracia

El gobierno chileno está tomando otras medidas para ayudar, por ejemplo, a reducir la burocracia.

En 2010 el establecimiento de una empresa en Chile tomaba, en promedio, 27 días. El gobierno lo redujo a siete días y después a un día, siguiendo el ejemplo de Nueva Zelanda.

Carlos Honorato, director de ProChile, un organismo estatal encargado de promover a Chile en el extranjero, afirma que la medida “ha transformado el número de compañías que se están creando” en el país.

Recientemente, Chile fue anfitrión de LAB 4+, una cumbre de empresarios y agencias de gobierno de Chile, Colombia, México y Perú.

Los cuatro países prometieron elevar su gasto en investigación y desarrollo a 1% de sus PIB para 2015.

Pero todavía quedan enormes desafíos.

Comparado con Asia y África, relativamente pocos habitantes de América Latina hablan inglés, el lenguaje de facto en la creación de empresas.

Y muchos gobiernos de la región están bajo presión para que destinen fondos para la atención médica primaria y la educación y no gasten cantidades enormes en promover la tecnología y la innovación.

Los indicios, sin embargo, son prometedores.

“En toda la región la cultura está cambiando drásticamente”, afirma Soto.

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