Fernando Fischmann

¿Innovación o intención?

7 Abril, 2016 / Artículos

Imaginación es un concepto estrechamente relacionado con innovación. Incluso, deberíamos decir que primero es la idea, la creación y la innovación es la puesta en marcha del proceso creativo. En una época como la actual, de agitación de creencias, de replanteamientos, de cuestionamientos del pasado y de profunda transformación digital, la innovación se está convirtiendo en uno de los elementos críticos para el progreso empresarial. Imaginación fue lo que tuvo en 1928 Alexander Fleming para cultivar bacterias e inventar la penicilina. Imaginación e innovación fue lo que necesitó Thomas Alva Edison para inventar la bombilla de luz incandescente mediante la utilización del filamento de fibra de carbón.

Pero innovación es lo que ha hecho Jack Andraka, que ha desafiado las leyes de la razón y la coherencia. Permítame, querido lector que le relate el hallazgo que sustenta esta historia increible de imaginación e intención. Jack Andraka es un joven que con apenas 15 años ha puesto en jaque a toda una poderosa industria farmacéutica. Resulta que un tío muy querido suyo murió de cáncer de páncreas; una enfermedad que cuando se detecta suele ser tarde y por tanto casi siempre mortal. Parece que no exisitian sufiecientes pruebas que permitieran detectar precozmente esta enfermedad mortal. Afligido por tan fatal desenlace, y sin tener más idea de medicina, de farmacia o de química que, cualquier otro adolescente de su edad, pero quizá con mucho talento, interés e imaginación y con las únicas ayudas de Google y Wikipedia, ha sido capaz de desarrollar un test para la detección precoz del cáncer de páncreas que cuesta únicamente 3 centavos; es decir, es 26.000 veces más barato que el anterior, 400 veces más sensible y 126 veces más fiable que los diagnósticos actuales.

Como decíamos en nuestra anterior tribuna del Humano Digital, el interés y la preocupación de y por la innovación en las empresas no es nuevo. Es algo que dos de los más estudios de la gestión -Demis y Drucker- nos han repetido de manera continua desde hace muchísimos años: “las dos únicas cosas que debe hacer la empresa es innovar y crear valor”.

Sin embargo, también es cierto que este interés nunca ha sido tan alto como lo es en estos momentos de reto digital. En los últimos años, y sobre todo desde que los truenos anunciaron la tormenta que con sus mortales rayos que destruyeron multitud de empresas y arrastraron entre sus aguas miles de empleos- más de 4.5 millones en nuestro país- no hay reunión o sesión a la que asista en la que no se implore a la innovación como si de santa Bárbara se tratara, pero… ¿por qué no innovamos?, ¿por qué hablamos tanto de innovación y hacemos tan poco?, ¿qué impide la innovación?, es más ¿es posible innovar según se gestiona la empresa actual?

Quizá sea esta situación de recesión y de incertidumbre económica, la responsable de que a todas horas oigamos y leamos declaraciones de empresas a las que se les“llena la boca” apelando a la innovación como la “pócima mágica” que nos ayudará a salir delante. Sin embargo, ¿están haciendo las compañías algo distinto a lo que hacen tradicionalmente para fomentar la innovación?, ¿están los deberes hechos para conseguirlo?, ¿han modificado su sistema de “premio y castigo” o siguen sancionando el error?; y lo que es más importante,¿permiten los procesos y procedimientos de gestión y supervisión mantener una dinámica de fomento de la innovación?, ¿son los directivos capaces de arriesgar en una situación de reducción de costes?, ¿son suficientemente líderes como para cuestionar el mantenimiento de un statu quo que suelen haber creado ellos mismos?

Me temo que no del todo. Es más de lo mismo. Muchas organizaciones hablan de innovación pero el contexto organizativo no lo permite. Es más, en un gran número de ocasiones los sistemas de reporting, control y gestión de resultados, lejos de fomentar la innovación lo que hacen es aniquilarla. Peor aun, muchas de las grandes organizaciones y muchos directivos reprimen la capacidad innovadora de sus empleados a base de sanciones y castigos.

Pero es más, mi tesis es que la gran empresa no es capaz de innovar, porque innovar significa transformar y nada se arregla con soluciones timoratas convencionales; máxime si como sostengo el éxito de las grandes compañías reside, precisamente en no innovar sino en realizar excelentemente, -una y otra vez y cuantas más veces mejor- bien su operación, para lo cual requieren tener perfectamente ajustados sus procesos y que no haya holguras creativas en los mismos; es decir, intentan reducir al máximo la libertad de imaginación humana, ingrediente esencial en la receta de la innovación.

Si uno piensa por ejemplo en Facebook una empresa creada en 2004 y que valía entonces 4 millones de dólares y repara en lo que vale ahora-agárrese a la silla para no caerse: 50 mil millones de dólares- y tiene en cuenta en dónde fue creada por Mark Elliot Zuckerberg, se dará cuenta que la habitación en la que se ideo no fue precisamente en un despacho de una gran empresa, sino en un entorno de contestación  y critica de conocimiento como fue una habitación de una universidad de Harvard, sin jefes ni procedimientos que seguir.

Es más, como decía Clayton Christensen, en su libro clásico The Innovator´s Dilemma, la innovación disruptiva casi nunca proviene del status quo. Hoy, los outsider,como en el caso de Jack Andraka que hemos puesto de ejemplo, tienen todas las ventajas. Los no expertos, los que no tienen nada que perder en ese campo son los que pueden crear algo verdaderamente revolucionario e innovaor. La amenaza real casi para cualquier negocio no proviene de la competencia, sino de las startups y de los propios directivos que creen ser expertos en el negocio. Los expertos se convierten en frenos y desaceleradores de la innovación

Está demostrado que los lugares de trabajo de las grandes empresas no permiten que la gente sea creativa y que tenga ideas imaginativas capaces de transformar un negocio. Es más, hace unos tres o cuatros de años tuve la ocasión de leer un estudio realizado por una universidad americana cuyo objetivo era identificar cuáles eran los momentos y contextos en los que la gente tenía más ideas y era más creativa. Prepárese porque puede que se sorprenda. La investigación demostró que las mejores ideas se tienen principalmente en una fase del sueño próxima al despertar y que los expertos llaman sueño paradójico; en esa situación si uno, nada más levantarse, no escribe y da forma a la idea, solo recordará vagamente lo que imaginó y, al poco tiempo, esa tenue idea habrá desapareció. El segundo lugar donde aparecen las buenas ideas suele ser en la ducha; por cierto, un sitio en el que tampoco es fácil tener papel y lápiz para apuntar las cosas y darles forma. El tercer sitio en el que las personas solemos tener ideas brillantes es en lo que los ingleses llaman commuting; es decir, en el trayecto de casa al trabajo o del trabajo a casa. Pero… ¿sabe cuál es el último lugar donde tenemos ideas y somos más creativos? Efectivamente… el último sitio en el que a las personas se nos ocurren las cosas innovadoras es en la oficina o en nuestro puesto de trabajo habitual.

En definitiva, ahora cuando las leyes de la lógica empresarial analogía está siendo sustituida por la digital, debemos recordar que para innovar, para inventar y poner en marcha cosas nuevas, hay que dar confianza y libertad al equipo. Crear es muy difícil y crear valor para los demás, en competencia, mucho más. Crear es un ejercicio de prueba y error; de ensayo y corrección. Es un permanente aprendizaje del fracaso. Desde el miedo se aborta la capacidad de creación y su puesta en marcha. La creatividad, que es el paso previo a la innovación, requiere un entorno libre y un poco anárquico. No se puede gestionar como un proceso más. Crear es algo milagroso, no programable. Es el resultado de un entorno favorable que requiere libertad y confianza. Por eso la innovación se concentra en garajes, habitaciones de universidad, en los startups o pequeñas empresas y luego la adquieren las grandes.

Recuerde, si quiero conseguir resultados distintos debo hacer algo distinto. Si sigo haciendo lo mismo de siempre, continuaré consiguiendo los mismos de siempre. Permítame, una péquela recomendación: deje de decir lo importante que es la innovación y haga algo más que decirlo para que ésta se produzca… ¡¡¡Ah!!! y no olvide que la más pequeña acción, vale mucho más que la más grande de las intenciones.

El científico e innovador, Fernando Fischmann, creador de Crystal Lagoons, recomienda este artículo.

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