Fernando Fischmann

Innovación: lo que el mundo nos exige hoy

22 Mayo, 2015 / Artículos
fernando fischmann

Una de las preguntas que deberíamos hacernos en América Latina en general, y en Argentina en particular, es cuál será el rumbo estratégico que elegiremos para aprovechar las ventajas de nuestra situación favorable en términos de intercambio (relación importación-exportación). Es que si bien en los últimos veinte años la región ha logrado reducir sus índices de pobreza en casi un 30%, el nivel de desigualdad sigue siendo uno de los más altos del mundo, sólo superado por África Subsahariana.

 En nuestro caso existen varias razones del porqué de estas limitaciones históricas y sistémicas, sin embargo se ha llegado a un cierto consenso de que una de las más importantes es el desempeño de nuestra matriz productiva.

 Es decir nuestra incapacidad para aprovechar de un modo más eficiente el conjunto de los recursos que disponemos en comparación con otras regiones del mundo. Un dato es bastante ilustrador en este sentido: casi el 80% de las exportaciones argentinas se explican por apenas cinco productos primarios.

 Lo que indica esto es que para seguir incluyendo debemos producir de un modo distinto. Para ello no existe otro camino que el del conocimiento y la innovación. Esto es, transformando nuestro modelo productivo en uno con mayores niveles de valor agregado de la mano de los emprendedores. Pero esto no se puede hacer si no nos integrarnos plenamente a la nueva dinámica que propone un mundo que ha cambiado profundamente durante los últimos 15 años.

 Para lograrlo es importante entender dos grandes transformaciones. En primer lugar, que el eje económico global se ha corrido. El rol que tienen y que tendrán los países emergentes es y será determinante. Más allá que ellos se hayan convertido en el principal destino de la inversión extranjera directa en los últimos años, hay que observar el fenómeno demográfico para tomar real dimensión de esta realidad: tan sólo en China, 20 millones de personas migran del campo a la ciudad por año.

 Una Argentina entera cada dos años que comienza a consumir productos de mayor valor agregado y que aumentan el volumen de la demanda mundial. En segundo lugar, tenemos que entender que el mundo ha cambiado su lógica productiva. Se pasó del “made in” a la producción fragmentada. Ya nada que tenga un mínimo grado de innovación es realizado en su totalidad en un solo país. Cualquiera que posea un Iphone no tiene más que mirar la parte trasera del mismo para comprobarlo: “Diseñado por Apple en California. Ensamblado en China”. Pero, además, en el medio de ese proceso participan empresas de otras cinco naciones diferentes (Inglaterra, Alemania, Japón, Corea del Sur y Taiwan). Estar integrados a este tipo de cadenas de alto grado de innovación será clave para alcanzar el desempeño económico que necesitamos como país.

 Para que eso ocurra, el mundo nos exige desarrollar una economía basada en la innovación, la única forma de evitar los ciclos de volatilidad que han sido nuestro principal problema estructural. Pero también es el único modo de lograr un crecimiento con equidad, con empleos y salarios de calidad.

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