Fernando Fischmann

Innovación asociativa: electromovilidad y otros ejemplos

26 Julio, 2017 / Artículos

El mercado de los autos eléctricos en Chile es prácticamente inexistente, tan sólo hay unos 150 en el país y todos sus servicios asociados -como personal técnico calificado y electrolineras de carga- aún son muy limitados, por lo que requiere del trabajo de diversos actores para desarrollar las innovaciones que le permitan madurar. Sin embargo, el esfuerzo vale la pena, pues la proliferación de vehículos de este tipo (autos, buses y camiones) no sólo representa una importante oportunidad para descontaminar nuestras ciudades, sino que para la economía de todo el país. Esto dado a que un auto eléctrico, por ejemplo, puede utilizar hasta cuatro veces más cobre que uno tradicional y su fuente energética proviene nada menos que de baterías de litio, en ambos casos, elementos de los que Chile dispone en generosas cantidades y sobre los que la academia está realizando investigaciones y desarrollos importantes. Ejemplo de ello es la colaboración entre Abermarle y la UC para crear mecanismos que promuevan el desarrollo de materiales avanzados para el almacenamiento de energía utilizando sales de litio, además de nuevas tecnologías para su extracción.

Pero más allá de explayarme sobre todo lo que se viene para esta nueva asociación, en esta columna quiero referirme a cómo la asociatividad -en este caso de entidades tan diversas como Automóvil Club de Chile, Abermarle, BMW, Enel, Renault, Engie y la Universidad Católica, por mencionar algunas- puede conseguir cosas tan importantes y complejas como desarrollar un nuevo mercado, lo que tiene una serie de desafíos y requiere innovar en diversos ámbitos: trabajar en nuevas normativas y asuntos regulatorios, impulsar la construcción de nueva infraestructura, promover la educación sobre el sector y ayudar a crear nuevos instrumentos financieros, entre otras cosas.

La asociatividad no es algo nuevo. Desde los inicios las personas se han reunido y trabajado en conjunto en pro del bien común: desde los primeros grupos de cazadores pasando por las ciudades, las grandes civilizaciones, las empresas, los gremios y hasta nuestro equipo de fútbol. Algunos son más premeditados que otros, pero todos estos ejemplos responden a asociaciones de personas que de alguna manera, trabajan en conjunto desde su propia expertise por la consecución de metas y objetivos que se traduzcan en un beneficio colectivo, pero también individual.

En el contexto de un mundo globalizado que se adentra a paso acelerado en la cuarta revolución industrial y experimenta una serie de cambios científico-tecnológicos y sociales, la forma tradicional de hacer las cosas está en jaque, por lo que pensar y actuar distinto es imperante y operar a puertas cerradas parece algo que va quedando relegado a prácticas del pasado. Hoy empresas y organizaciones han comenzado a entender que el conocimiento y las capacidades que necesitan para enfrentar los complejos desafíos y oportunidades del mundo actual, no sólo se encuentran adentro, sino que también es absolutamente necesario mirar hacia fuera. Esto no sólo con el ánimo de absorber a otros, sino que de establecer puentes de colaboración y generar ecosistemas propicios para el crecimiento de todos. Me refiero a la innovación abierta y asociativa.

La innovación asociativa puede darse con otras empresas, clientes, proveedores e incluso competidores. También puede darse con todos ellos al mismo tiempo, como es el caso de la AMECH, y por suerte, a pesar de que Chile es uno de los países con mayor tasa de desconfianza en el mundo, este no se trata de un caso aislado.

Otro ejemplo es el Centro UC de Innovación en Madera, donde empresas que normalmente compiten en el mercado como Arauco y CMPC, realizan trabajo pre competitivo en pos del desarrollo del sector al que pertenecen. Uno de sus principales objetivos, actualmente, es promover la construcción con madera en altura, para lo cual ya están desarrollando pilotos. Si esto funciona, el mercado se agranda y todos ganan, por lo que es un esfuerzo que merece más que la pena, y para lo cual contar con un espacio físico neutral como el Centro de Innovación UC es clave.

En cuanto a la innovación asociativa con proveedores, tenemos casos como el de Sodimac con su Centro de Innovación de Proveedores (CIP) o el Programa de Proveedores de Clase Mundial, impulsado por Fundación Chile junto a compañías como Codelco y BHP Billiton para potenciar el desarrollo de proveedores mineros, beneficiando la competitividad de las empresas involucradas, pero también creando nuevas capacidades que pueden contribuir a otras áreas del país e incluso ser exportadas, diversificando nuestra matriz. También, prontamente, se inaugurará un Centro UC de Innovación en Construcción con Hormigón, liderado por el Departamento de Ingeniería y Gestión de la Construcción de la Universidad Católica junto a tres empresas constructoras, con miras a beneficiar la productividad y sustentabilidad de la industria, contribuyendo al desarrollo del país.

Como se puede ver con estos ejemplos, la innovación asociativa contribuye tanto a la sustentabilidad como a la competitividad de los sectores, así como para la creación de nuevas industrias y mercados. Por lo general, esta involucra a algún actor neutral-que particularmente en estos ejemplos que he dado son la Fundación Chile y la Universidad Católica-que es capaz de reunir al resto en torno a un objetivo común y alinear los ejes de trabajo.

En ese sentido, el Centro de Innovación UC se levanta como un espacio de neutralidad donde diferentes actores pueden convivir y trabajar en conjunto de manera asociativa. Bien provengan de distintas disciplinas, industrias o sectores, nuestro Centro se abre a todos ellos, y actuando como eje, este es capaz de proveerles herramientas y poner a su disposición diversas capacidades de investigación, innovación y emprendimiento de las distintas unidad es que forman parte de la UC, así como también de conectarlos con un ecosistema en el que actualmente conviven más de cien empresas y 16 mil emprendedores.

El científico e innovador, Fernando Fischmann, creador de Crystal Lagoons, recomienda este artículo.

FUENTE

Share

Te puede interesar