Fernando Fischmann

Iberoamérica ante el desafío de la innovación

31 Marzo, 2015 / Artículos
Fernando Fischmann

En la séptima edición del Índice mundial de innovación (GII, por sus siglas en inglés), correspondiente a 2014, que evalúa las capacidades y los resultados en innovación de 143 economías de todo el mundo en función de 81 indicadores, Iberoamérica figura a partir del puesto 27. Es el lugar que ocupa España; la siguen Portugal (32) y Chile (46).

El GII 2014 lo publican al alimón la Universidad Cornell, la escuela de negocios Insead y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (WIPO, por sus siglas en inglés), de Naciones Unidas.

A los iberoamericanos nos cuesta reaccionar con decisión a los nuevos retos que se nos plantean para poder alcanzar mejores condiciones de vida para nuestras poblaciones. Emprender e innovar nos parece algo que nada tiene que ver con nosotros, y seguimos perdiéndonos en laberintos que no conducen a ninguna parte, una y otra vez utilizando instrumentos que nos mantienen apartados de las grandes autopistas que cruzan la tierra.

El ranking de 2014 indica que los 25 mejor clasificados, aun cuando las ubicaciones en la tabla han cambiado, son los mismos que en años anteriores. Se apunta que uno de los principales escollos entre los menos innovadores está el seguir la estela de las economías que están en los primeros lugares. Esto sería debido, en parte, a sus aprietos para formar y conservar los recursos humanos necesarios para una innovación continuada.

Una población mejor educada obtiene mejores resultados en situaciones propicias para el fomento de la innovación en las economías consideradas de ingresos altos. Los esfuerzos que dedican los países para remontar en la clasificación van muy de la mano del talento; esforzarse en contar con ciudadanos mejor preparados es determinante para sacar partido en todos los espacios en que tengan lugar las más diversas actividades productivas.

Colaboración público-privada

Otro baremo que subraya el GII 2014 es el gasto dedicado a la investigación y desarrollo tanto público como privado: un menor apoyo público y la indecisión empresarial sobre invertir en I+D sería una de las causas de un crecimiento mundial más lento.

España, que lidera la clasificación de los países iberoamericanos, destinará este año a I+D+i  un 4,2% más que en 2014, lo que significa 6.406 millones de euros. El pasado año 2013, último dato disponible, el sector privado superó por primera vez al público en inversión en I+D, con el 53,3% del total.

En Chile, comienza a haber signos alentadores, si bien es preciso reconocer que es el país que menos invierte en I+D de entre los miembros de la OCDE; se ubica en los últimos lugares de los casi 50 Estados considerados de altos ingresos, y lo superan países de ingresos medios-altos como China, Malasia o Hungría.

En efecto, y a pesar de que el Estado es aún el que más invierte en I+D (a diferencia de lo que ocurre en las naciones desarrolladas, donde la inversión privada media es el doble de la pública), entre 2012 y 2014 la aportación de las empresas a proyectos de innovación creció un 450%, pasando de 6.036 millones de dólares a 33.225 millones, según el último informe Gestión incentivo tributario de Corfo (Corporación de Fomento de la Producción).

Iberoamérica cuenta con un nutrido grupo de ciudades que cuentan con ecosistemas que promueven la innovación y a las que existe el deber ineludible de apoyar e incentivar -como, también, incorporar otras que vayan surgiendo-. Una mención a las que por ahora sobresalen nos dará una ligera idea de la situación. México cuenta con el Distrito Federal y Monterrey en cabeza; las siguen Guadalajara, Tijuana, Hermosillo y Mérida, estas tres últimas a bastante distancia de las dos primeras.

Brasil tiene en São Paulo su centro principal; existen otros en crecimiento, como Recife, Florianópolis, Río de Janeiro y Curitiba. En Argentina, el foco se sitúa en Buenos Aires, aunque Rosario, Córdoba o Mendoza también avivan la innovación. En Colombia resalta con luz propia Medellín. Chile impulsa a Concepción y Valparaíso, pero el grueso de la acción innovadora se despliega en Santiago. España distingue a Valencia, seguida por Madrid, Barcelona, y las regiones de Asturias y País Vasco, como las cardinales.

Las naciones emergentes que tienen puesta la vista en acceder a niveles más altos de desarrollo saben que para conseguirlo deben emprender desafíos nuevos e innovar en la forma de hacer las cosas añadiendo valor a lo que hasta ahora han venido haciendo. En caso contrario será difícil lograr los objetivos planteados.

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