Fernando Fischmann

El origen (informático) de la innovación

13 Octubre, 2014 / Artículos

Vivimos en la era de las computadoras, pero muy pocos saben quién las inventó. La mayoría de los pioneros fueron parte de equipos que trabajaban bajo el sigilo de los tiempos de guerra y sus nombres no son tan famosos como los de Edison, Bell y Morse.

Sin embargo, uno de ellos, el matemático inglés Alan Turing, sobresale como una figura trágico-heroica quien ahora puede obtener el reconocimiento que merece gracias a la película El juego de la imitación, protagonizada por Benedict Cumberbatch, que obtuvo el máximo galardón en el Festival de Cine de Toronto.

El título del film alude a una prueba que, en opinión de Turing, podría algún día demostrar que las máquinas pueden pensar de manera indistinguible respecto de los seres humanos. Su fe en el potencial de la inteligencia artificial representa un marcado contraste con la creencia de que los talentos combinados de los humanos y las computadoras, en estrecha colaboración, siempre serán más creativos que lo que pueda producir una computadora por su cuenta.

A pesar de un titular de la prensa que nos deja atónitos de vez en cuando, la búsqueda de la inteligencia artificial pura ha sido una decepción, hasta el momento. No obstante, la estrategia alternativa de conectar a los humanos y las máquinas en forma más estrecha sigue produciendo innovaciones extraordinarias.

Como la película demuestra a las claras, la propia vida de Turing, profundamente humana, sirve como un poderoso contrapeso a la idea de que no existe una distinción fundamental entre la mente humana y la inteligencia artificial.

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