Fernando Fischmann

Innovando la innovación

2 Septiembre, 2014 / Artículos

La visión tradicional sobre la innovación se concibe, fundamentalmente, como una invención que se concreta en el desarrollo de nuevos productos o procesos. En otras palabras, hacer cosas nuevas sobre la base de un descubrimiento científico, o fabricarlas a un menor costo por avances tecnológicos. De esta forma, a través de nuevos productos o extensiones de línea, se puede mejorar el margen al poder justificar un mayor precio. De otro lado, una mejora de procesos en la fabricación de bienes también puede mejorar el margen de la empresa; pero en este caso se deberá a la eficiencia en el uso de los recursos al requerir menos para lograr más. Por tanto, según esta perspectiva para innovar se necesita una gran cantidad de recursos destinados a la investigación y al desarrollo de productos o procesos. Éste ha sido el juego tradicional del siglo pasado.

Sin embargo, las empresas enfrentan hoy un entorno cada vez más complejo y demandante. Las barreras de entrada caen y muchas pierden vigencia por el desarrollo de la tecnología y la constante aparición de sustitutos. Los canales cobran un nuevo rol y ejercen cada vez mayor presión sobre los fabricantes al concentrarse los primeros. En el interior de los sectores se vive una severa competencia con ciclos de negocio más cortos. El cliente es cada vez más sofisticado y exigente, y tiene una nueva sensibilidad que es muy difícil de satisfacer. Las clásicas ventajas comparativas y competitivas en muchos casos no son suficientes por sí solas.

Dado el entorno descrito, donde la tecnología, la globalización y la hipercompetencia son las principales características del panorama de negocios, encontramos que muchas empresas siguen ancladas a fórmulas competitivas tradicionales y que, de seguir ese camino, todo hace prever que no serán sostenibles. Por tanto, si se quiere ser competitivo y ofrecer al cliente todo lo que hoy demanda, hay que innovar en múltiples dimensiones y no sólo a partir de la visión tradicional.

La economía industrial de los ochenta tuvo en el concepto y la gestión de la calidad una herramienta fundamental. Asimismo, la economía de los servicios de los noventa encontró en la reingeniería la fórmula para desarrollarse. En pleno siglo XXI, y en la denominada economía de la experiencia y la creatividad, la innovación es la clave y el principal medio para responder a los exigentes desafíos.

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