Fernando Fischmann

Innovación colectiva y sostenibilidad: el rol de la tecnología

11 Agosto, 2017 / Artículos

Estudiar y comprender la variable social es clave. En ella radica el diagnóstico de las fortalezas y debilidades de las acciones que se desarrollen. Se debe explorar a fondo la posibilidad de guiar el cambio tecnológico desde la innovación y el acceso a las nuevas tecnologías sobre todo en consideración de las necesidades humanas, para ponerlo en función de ellas.

Debe ser un concepto sistémico donde la economía defina gran parte de la estrategia ambiental y es ahí cuando la tecnología puede lograr una diferencia superadora.

Un ejemplo en que se reflejan todas estas variables es el consumo, el motor de la economía y a la vez la mayor amenaza del ambiente. En el mundo hay una superpoblación concentrada en determinados puntos del planeta y esto implica un problema de supervivencia. Ahora bien, entendemos que esto se da no solo por la cantidad de gente, sino por cómo busca vivir, lo cual está directamente relacionado a cómo consume.

La renuncia absoluta a consumir no sería una estrategia practicable ni sostenible. Lo que se reclama, cada vez con más fuerza, es la modificación del estilo de vida, cuestión mucho más compleja. En el debate sobre desarrollo sostenible, los consumidores ocupan ahora un lugar central. Estos se constituyen en motor del cambio. Conceptos como el de economía circular, así como también la economía colaborativa, que plantea la generación de valor a partir del uso de los bienes en vez de su propiedad, desafían los conceptos tradicionales marcando nuevos escenarios.

Muchos autores hablan de la autogestión colectiva de las necesidades y los medios para su satisfacción. En el colectivo está la clave. La tecnología se convierte en esa herramienta que acerca las ideas, las vuelve accesibles y puede garantizar un uso racional de los medios disponibles.

Ejemplos a nivel mundial se reproducen y en muchos casos ya constituyen desde casos de nuevas proyecciones en el estilo de vida, como industrias en sí mismas y, fundamentalmente, con ecuaciones económicas sostenibles. En dichos proyectos, la tecnología define la eficacia y eficiencia y la sustentabilidad económica de las actividades industriales.

Entre ellos se encuentra la fundación NAT (Naturaleza Aplicada a la Tecnología), que ha construido en Ushuaia la primera vivienda autosustentable de Latinoamérica “Nave Tierra”, diseñada por el arquitecto Michael Reynolds. Mariano Torre y Elena Roger, son los impulsores argentinos: si bien no son tecnólogos o especialistas en ambiente, tomaron el ejemplo con un enfoque tecnológico disruptivo y coordinaron variables sencillas de recursos aplicados a una nueva idea constructiva, con bajo impacto ambiental.

Por otra parte, en materia de innovación sobre producciones tradicionales que afectan toda la cadena de un bien, sobresale el biogás como caso nacional. En Argentina existen más de 80 plantas de biogás según información difundida por la Cámara Argentina de Energías Renovables (CADER). Recientemente se propiciaron acciones en el sector tendientes a fomentar, desde el Estado, (Ministerio de Agroindustria) el desarrollo a nivel industrial de los proyectos que trabajan sobre biomasa seca.

El cuidado del ambiente como medio para el bienestar general, la mejora de la calidad de vida, la construcción de conductas conscientes del entorno, el uso de la tecnología al servicio de la sociedad para lograr un consumo inteligente, puede mejorar todas las etapas de la vida de un bien a ser consumido hasta su disposición final.

El científico e innovador, Fernando Fischmann, creador de Crystal Lagoons, recomienda este artículo.

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